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Río Nalón, a su paso por el concejo de Caso


El agua era un clamor en las pendientes, el hórreo sin canción, las casas mudas y sollozaban de dolor las fuentes como si todas se quedaran viudas... ¡Rayos de Dios! Cuando murió en Laviana el cantor de La Virgen del Otero, mi gran amigo en la radiante Habana, se fue en sollozos el Nalón minero.


El Nalón, siempre el Nalón, casi el Jordán que llega a


Pravia, según Luis Doble Zúa, otro poeta. Y otro más, Luis Zapico, que murió en Cuba en 1892, estaba lleno de nin- fas y náyades, y vivir en sus riberas era como vivir en el Paraíso.


“Río Nalón... Secular río de Asturias, reclamo de Tarna, Grado y Candamo y la Pravia del cantar...” “Padre de los ríos de la Asturias toda, el Nalón eso...”


Eso es el Nalón, cantado por poetas, por muchos poe-


tas, rapsodas del tiempo, pregoneros de paisajes únicos, como el que ofrecemos en la imagen que insertamos, con vista de Puente de Arco, en Laviana, el Nalón silencioso y apacible y las montañas cubiertas de su blanco manto níveo, un sol que moldea la luz y una placidez que no se da en muchas partes. O por darse aquí, por eso lo referimos.


1 Albino Suárez 22 Un mundo de reflejos


A veces, a pesar de los años, y a pesar de lo mucho que haya podido ver —y admirar—, aún me dejo sorprender por una luz nueva, o por un refle- jo, como en este caso. Se trata de una fotografía de mi amigo José Luis, con el que llevo conviviendo, digamos que artísticamente, casi treinta años, en los que hemos editado libros, organizado exposi- ciones y recorrido cientos de kilómetros en pos de fotos y sensaciones.


Esta foto en particular es un mundo de reflejos; pero un mundo de reflejos autónomos, aislados en ese universo particular que recrea el arte. Sabe- mos que alrededor de estas piedras hay otra vida, quizás una playa, acaso la orilla de un río mágico, pero el objetivo de la cámara del artista nos aísla esas piedras que se convierten en reflejos. Reflejos ajenos a todo lo demás, salvo a la propia belleza de la luz irisando su soledad y consiguiendo que el arcoiris se convierta en piedra.


Es la magia del color hecho brillo sobre esas superficies pulimentadas quizás por el roce entre ellas en el agua; esa magia que sólo saben captar los fotógrafos atentos al detalle, a lo que rompe la monotonía y es capaz de aislar lo concreto en un rincón abstracto que, por mor de la fotografía, deviene arte.


F.T.


Foto: JOSÉ LUIS GARCÍA


Foto: F.T.


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