ESPECIAL SEMANA SANTA
se han incorporado con todo derecho a procesiones en las que, rizando el rizo, hasta he visto desfilar pendones con la leyenda “SPQR”, que como es sabido son las iniciales de “Senatus Populusque Romanus”, es decir,
el
Senado y el Pueblo Romano, en una mixtificación popular que la jerarquía eclesiástica quizás debiera explicar fuera de los márgenes estrictamente folclóricos. Basta pensar que los capi- rotes o nazarenos, en su origen, eran penitentes que salían en procesión para expiar sus pecados y ocultaban su rostro para no hacer ostentación de su penitencia, mientras que hoy,
La música en la Semana Santa
La liturgia católica se ha visto inmersa desde siempre en música
sacra, compuesta ex profeso para acompañar los servicios litúrgicos. La Semana Santa, tan repleta de actos de este tipo, no podía ser de otro modo y multitud de composiciones musicales han surgido para este tiempo, con obras que van desde lo más profundamente religioso —oratorios, cantatas, oficios, lamentaciones, pasiones…— a manifesta- ciones más populares y folclóricas. Entre las primeras, cabe mencionar las múltiples recreaciones de
salvo muy contados casos, son me- ros comparsas de un espectáculo que algunas cofradías y hermandades preparan durante varios meses, con lo cual es frecuente que, cuando la lluvia impide salir a alguna procesión, estos cofrades se entregan al llanto y no por la pasión y muerte de Cristo, sino por la anulación del espectáculo tanto tiempo preparado sin éxito. Y es que, me temo, inmersos en el espectáculo, en el que participan por igual creyentes y no creyentes, católicos practicantes y espectadores ocasionales sin ningún sentimiento religioso, se ha olvidado o cuando menos esquinado de alguna forma
pasajes de la Pasión, hasta el punto de que algunos autores lo con- sideran un género musical, y entre las que destacan las de de Georg Böhm, Reinhard Keiser o las múltiples de Telemann, que llegó a escribir cuarenta y seis en total. Aunque sin duda las más conocidas son la Pasión según san Mateo y la Pasión según san Juan de Juan Sebastián Bach, sin olvidar la segunda parte del Mesías, de Haendel, que concluye con el famoso Aleluya, imborrable de la memoria musical colectiva que la identifica inevitablemente con su autor. Aunque personalmente me gustaría indicar la presencia persistente del Stabat mater como símbolo del dolor que la muerte de Cristo produjo en su madre y, por exten- sión, en la civilización cristiana. El Stabat mater es una lamentación que tradicionalmente ha venido siendo atribuida al papa Inocencio III y al franciscano Jacopone da Todi allá por el siglo XIII. Su sentimiento elegíaco y su recogimiento religioso han inspirado a más de doscien- tos compositores de todas las épocas —de Haydn a Rossini y de Liszt a Dvorák— que han concentrado en sus notas todo el lirismo de esta composición que pretende expresar el dolor y las lágrimas de la madre junto al sufrimiento del hijo crucificado. Dentro de las manifestaciones musicales más populares, dejando al
margen las que interpretan las bandas que acompañan las procesiones, ha de mencionarse ineludiblemente las saetas, expresión popular por excelencia, en cuanto participación de la música en los desfiles profe- sionales, que se detienen en silencio para escuchar estas composiciones en las que late un pulso quejumbroso tan emparentado con el flamen- co. Parece ser que en un principio fueron un acto popular totalmente espontáneo de la gente en la calle que se dirigía a Jesús o la Virgen pidiendo alguna gracia o auxilio. Como muy popular, y que se ha incorporado al repertorio proce- sional de ciertas bandas de música, cabe recordar el poema de Antonio Machado, La saeta, musicado por Joan Manuel Serrat en aquel inolvida- ble álbum que dedicara al poeta sevillano.
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Foto: JUANJO
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