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A MI MANERA DE VER


El cuadro de la Dama


Época de carnavales. En Las Ca- narias ya estamos metidos de lleno en esas estupendas fiestas llenas de alegría, color, música, baile... Una de las peculiaridades, la que en origen llenaba y era el motivo principal de su celebración, era el po- der cambiar de aspecto, de persona- lidad. Vivir por unos días siendo otra persona, a veces incluso de diferente género. En esos días, aprovecho, como tantos otros aficionados o profesio-


nales de la fotografía, para disparar a todo lo que me llama la atención; a veces por su exotismo o por su gra- cia, y otras por su belleza, como es el caso de la Dama protagonista de este espacio.


En los preparativos anteriores al desfile o cabalgata del carnaval de Santa Cruz de Tenerife, paseando en- tre las carrozas me fijé en esta joven que estaba esperando a alguien; más tarde descubrí que era a su maquilla- dor que le daría los últimos retoques


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(foto 1, también subida a Moldeando la luz), y a las modistas que termi- narían de ajustarle el traje de gala (foto 2). Pero mientras tanto era una muchacha más, una joven guapa y sencilla, en vaqueros y sentada jun- to a un “tractor” o camión burdo y duro, de enormes neumáticos, el que posteriormente arrastraría su carroza (foto 3).


Así que, sentado tranquilamente en una terraza cercana, detrás de una cervecita y una tapa (no hay que


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