mente en la cabeza consistente de su creador.
Gracias a su complejo trabajo, Jean François Rauzier ha ganado, desde hace años, los más presti- giosos premios internacionales. Sus obras sumergen al espectador en un universo imposible, aplastante, agó- nico, que desata una chispa mortal en la fantasía de quien se atreve a penetrar en el interior de sus verti- ginosas metrópolis, una complejidad
Palacios con perspectivas insólitas, plazas que pare- cen pesadillas, personajes clonados hasta el infinito, animales agrupados como seres humanos masificados, el hombre repetido como símbolo de su perdición e inmerso en una realidad solitaria de hormigón y choque cultural, todo un hiperlenguaje que se abraza conjuntamente para hilvanar y tejer una sintáxis gráfica kafkiana...
gráfica donde el ser humano que- da completamente devorado por la propia multiplicidad endógena de arquitecturas y paisajes gigantescos, siempre fantásticos, como un mons- truo devorador de galaxias inter- minables. Son trabajos minuciosos, que generan reflexiones profundas sobre la realidad y el lugar que nos envuelve, sobre el enigma humano inmerso en sus hábitats cotidianos; yuxtaposición, duplicidad, giros, in- clinaciones, deformidades, escalados milimetrados, desarrollos en perspec-
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