gu, y es cierta como la propia vida.
Corre el mes de octubre del año 47, los atrasados pueblos de las montañas de Asturias luchan contra la escasez y los rescoldos de la guerra re- ciente. Cuatro “fugaos”, Cán- dido, Josepón, el Rubio de la Inverniza y Abelardo de La Matosa, pasan de los mon- tes de León a lo profundo de Los Beyos. El 17, se acercan al recóndito pueblo de Vibo- li y atracan el bar del pueblo. Al día siguiente se allegan a Viego, pueblo cercano. Van con la intención de coger las armas de algún cazador. Cán- dido y El Rubio, cuando ya oscurecía, se quedaron en una cabaña en la que fueron metiendo a todos los pasto- res que encontraban por el camino, mientras Josepón y Abelardo cogieron al indiano Jaime Bulnes, y lo cachearon quitándole ocho mil pesetas que llevaba encima. Jaime Bul- nes no siguió los consejos de su madre, que, al salir de casa a ver el ganado le advirtió: No salgas con dinero, que ayer los del monte atracaron en Viboli. Jaime se rió: Sabe Dios dón- de estarán ya. Quién le
Cuatro muertos en Viego 24 - Luz y Tinta
iba a decir que allí mismo. Le preguntó quien del pueblo tenia dinero. Contesta, que nadie, que todos en el pueblo son pobres como ratas. No conforme con la contestación, los dos guerrilleros le obligan a indicarles cual era la casa de Julio, el alcalde. Por el camino se encontraron con el padre de este, Hilario, al que también llevan por delante a casa de su hijo. La casa también era bar. Entraron y allí se encerraron con ellos. Piden dinero. El al- calde responde que no tienen nada. Mandan a su mujer a pe- dir a los parientes del pueblo, y plata y relojes, todo lo que hu- biera de valor. Al poco de salir la mujer, hizo acto de presen- cia en el pueblo la guardia ci- vil. Era el cabo Cosme y cuatro números de Cangas de Onís, con ellos llevaban a un vecino para que les indicara el bar. No sabían nada. Cuando llegan, el vecino pica, y dice: Abre, Julio, que es la guardia civil. Abelardo y Josepón subieron las escaleras de la casa para ver si podían saltar por la par- te de atrás, pero las ventanas eran muy pequeñas y no había manera. Así que bajan y abren la puerta con Jaime Bulnes por delante. A la vez que abren,
disparan; los guardias se ven sorprendidos. El cabo resultó muerto en el acto, y herido el guardia Felipe Cantobrana. El indiano hace un quiebro y se les escapa, volviendo a entrar en casa. Los dos guerrilleros huyen monte abajo. El Rubio y Cándido preparan sus armas; el guardia herido se arrastró hasta ponerse a cubierto, los otros dos están petrificados. El joven Laureano, que volvía con una carga de hierba, des- pués de oír los disparos sale a inspeccionar el ambiente, y el Rubio le da el alto en la oscuri- dad. Asustado no contesta, y el guerrillero le dispara una ráfa- ga que lo fulmina. También el padre del alcalde salió al exte- rior y fue muerto por el Rubio. Después huyeron monte abajo. El guardia civil herido no fue llevado al hospital hasta el día siguiente. Ya era tarde, acabó falleciendo en presencia de su mujer encinta, a la que le había mandado una nota, diciendo que lo habían herido, pero que no era de importancia. La nota la llevo Teresina Cardin, la car- tera del pueblo, a la casa del agente, en Villamayor.
Monchu Calvo
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