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el individuo no haya conseguido determina- dos logros esperados por sus jefes o por él mismo.


El individuo, invariablemente, se siente frus- trado. Quiere sinceramente conseguir el lo- gro, se ha esforzado duro… pero ha fracasa- do… y no ha sido por su culpa, sino porque no ha tenido tiempo. Está convencido de que podría haberlo conseguido si hubiera tenido más.


Se trata de una respuesta tranquilizadora, vic- timista y desempoderante: “no hay nada más que pueda hacer… está claro, no tengo tiem- po suficiente.


Todos y cada uno de los días decimos y es- cuchamos esta frase a todos los empleados y jefes de la empresa. Por tanto - concluimos – es verdad, porque todos no podemos estar confundidos. Si todos lo decimos es que el mundo es así. No es mi culpa.


Se trata, sin duda, de una creencia universal que sólo tiene un pequeño inconveniente: es una creencia limitante.


A diferencia de las creencias poderosas que te dan más poder, las creencias limitantes te lo quitan… limitan tus posibilidades de conseguir.


Así que lo que puedes elegir es cambiar tu creencia y, así, darte permiso para poder cam- biar tus acciones y, ahora sí, poder lograr.


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Descubrirás con asombro y preocupación… que no puedes gestionar el tiempo… pero que (y estas son las buenas noticias) sí pue- des gestionar lo que haces… es decir, tus acciones.


Este descubrimiento, que al principio suena a juego de palabras, deviene transcendental a la hora de plantearte el cambio de creencia que, como ya sabes, es la puerta de acceso al cambio de resultados.


Cuando dejas de intentar gestionar lo que no puedes (el tiempo) porque es externo a ti, y te ocupas en gestionar lo que sí puedes - tus acciones - porque son internas y tu dispones del control total sobre ellas, entonces apare- cen delante de ti, como por arte de magia, dos elementos constitutivos de las acciones en los que antes no mostraste demasiado interés: tu atención y tu energía.


De hecho aparecen algunos más, pero esos dos serán los más relevantes y efectivos. A partir de este momento se despliega delante de ti el acceso al desarrollo imparable de tu respons(h)abilidad.


Gestionar eficazmente tus acciones se refie- re, pues, a gestionar tu atención – tu habili- dad para seleccionar la acción más relevante (que añade valor) entre la enorme oferta que compite por ella – y tu energía – tu habilidad para mantener tu atención en la acción elegi- da hasta completarla. Se trata de dos recur- sos limitados pero que sí puedes gestionar, es decir, puedes recargarlos y dosificarlos (lo


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