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Cartel Crónico
Los Locos
de BogotÁ
A
nte todo don Vicente Montero.
¿Quién era este personaje? No
había quien no conociera a este
viejo de largo y pesado gabán,
grueso empaque, larga nariz, cara arru-
gada y boca profunda. Pertenecía a la
Luis María Mora
noble familia de los Monteros, se había
hecho especialista en la fabricación de las
Con esta crónica de Luis María
más extrañas cosas y era inventor de las
Mora (1869 -1936) sobre tres
más curiosas máquinas, como la de coger
ilustres chalados de la capital,
culebras. “Para coger culebras, -empeza-
Cartel Urbano comienza a
ba- primero es preciso ir donde las haya;
desempolvar las plumas de
para hacer un cañón, la cosa es suma-
mente fácil -decía-: se coge un agujero y
algunos cronistas bogotanos de la
se forra en cobre”. La celebridad de don
primera mitad del siglo XX.
Vicente Montero llegó a ser muy grande
y, calle arriba y calle abajo, todas las gen-
tes le detenían para que explicara sus fa-
mosas industrias, lo cual hacía él con voz
solemne y lenta.
Toda edad tiene sus locos y sus
tipos que le pertenecen como cosa abso-
lutamente suya, de la misma manera que
cada generación se ufana con sus mujeres
bellas, sus poetas y sus sabios. Las dife-
rentes épocas de una ciudad pudieran se-
ñalarse con el nombre de sus locos, por-
que ellos son algo tan esencial y genuino,
que hacen parte del espíritu mismo de la
sociedad en que viven. La loca Benita fue
la loca de mi niñez. Era la más popular de
Bogotá y yo la recuerdo como si fuera algo
mío. Era una viejita francesa de agudísi-
mo talento, alta, delgada, blanca y llena
de arrugas. Los almacenes de Bogotá la
surtían con los mejores restos de pasadas
modas y ella, siempre pulcra y aristócrata,
lucía con un garbo tan anticuadas y lujo-
sas prendas. Conversaba con mucha gra-
cia y salero, y usó la alambrada crinolina o
miriñaque en un tiempo en que la flexible
y redonda armadura había desaparecido.
Decían que mataba niños, y así un día que
por mi mala suerte me encontré con ella
frente a frente, y por disimular mi pavor
le pregunté temblando qué horas eran,
… el loco más genial y sabio que tuvo Bogotá fue
me tomó de la mano (¡qué espanto!), me la
el loco Arias. Era delgado, le faltaban dientes,
besó con ternura, y con cariño maternal
usaba anteojos y tenía cara de asceta… había me condujo hasta la escuela.
estudiado en el antiguo colegio liberal de San
Pero el loco más genial y sabio
Bartolomé… había alcanzado una no vulgar
erudición, pero a trechos perdía la cabeza y
que tuvo Bogotá fue el loco Arias, don
hacía de cada esquina una tribuna contra los
Eduardo. Era de regular estatura, delga-
políticos… do, le faltaban algunos dientes, usaba an-
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