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PREFACIO


Ya sea por aire, tierra o agua, más de diez mil especies animales, que representan millones de individuos, viajan alrededor del mundo a través de una red de rutas migratorias. La base fundamental para la supervi- vencia de estas especies migratorias es su conexión con determinados lugares y corredores que atraviesan el planeta. El más mínimo cambio en sus recorridos migratorios puede poner en peligro a toda la especie, mientras que la concentración de individuos los hace presa fácil de la caza indiscriminada y la captura ilegal.


En las regiones del norte del planeta, la V que forman en el cielo un grupo de gansos graznando ruidosamente en primavera y en otoño anuncia la llegada de una nueva estación. A principios del siglo XX, en el norte de Noruega, la gente se maravillaba ante la abundancia del ánsar careto chico o ánsar chico, que por aquel entonces se contaba por miles. Hoy en día el número de aves de esta especie existente en Noruega se ha reducido de tal manera que los investigadores conocen de cerca a todos y cada uno de los ejemplares que aún viven.


El número de especies ya icónicas tales como el ñu y el antílope disminuyó entre el 35 y 90 por ciento en cuestión de décadas, debido a la construcción de cercos, carreteras y otros tipos de infraestructura que les bloquean las rutas migratorias, y como consecuencia de la caza indiscriminada. De hecho, el actual incremento de la caza ilegal demanda un esfuerzo a nivel internacional para controlarla, o crear medios de sustento alternativos frente al escenario del creciente comercio de especies en peligro que se capturan para obtener su piel, carne, cuernos o colmillos.


Estamos empezando a percibir cuáles son las consecuencias del cambio climático en los animales migratorios y la importancia de contar con redes funcionales de hábitats que permitan a las especies adaptarse al medio. Ya el número de especies migratorias de larga distancia está decayendo como resultado del clima cambiante, incluyendo a los narvales y las tortugas marinas. En las profundidades del océano, los ruidos causados por la producción de energía en alta mar, los sonares navales y la navegación, por ejemplo, están afectando negativamente la vida de ballenas y delfines.


En nuestro mundo moderno, apreciamos y comprendemos muy bien la importancia que tienen las redes de comunicación y de transporte para la sociedad. Para la vida silvestre migratoria, es vital que existan redes equivalentes, simplemente para asegurarles la supervivencia. Del mismo modo en que colaboramos en el tráfico aéreo, las carreteras y las rutas marítimas, es necesario que prestemos asimismo nuestra colaboración para garantizar así que las especies migratorias silvestres puedan continuar su viaje, abastecerse y llegar a sus respectivos destinos.


La Convención sobre Especies Migratorias (CMS, por sus siglas en inglés), que cuenta con 150 países que han firmado uno o varios de sus instrumentos asociados, cobra cada vez más importancia como base de colaboración internacional, siendo el único tratado que contempla el caso de las migraciones animales por tierra, mar y aire en conjunto.


Realizar este esfuerzo requiere del compromiso de todos los países a fin de que las futuras generaciones puedan admirar, sorprenderse y ser beneficiadas por estos nómadas que conectan todos los puntos de nuestro planeta


Elizabeth Maruma Mrema Secretaria Ejecutiva CMS


Erik Solheim Ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Internacional Noruega


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