puños apretados y no dejarme llevar por delante, por vivir mas de dos dé- cadas en un barrio de guapos, sentía que debía cuidar a la gente. Traté de alejarlo, prejuzgando, pensando que venía a molestarnos; claro, nosotros, los fotógrafos en Safari, con nuestros caños, con nues- tros grande penes que gatillan y ge- neran imágenes. Como iba a dejar que este hombre se nos acerque. Qué asco lo mío, me doy ver-
güenza. El tipo vino buscando un poco de afecto, alguien con quien hablar; nos cayo la ficha (nos dimos cuenta), un rato después de charlar con él, que no venía a molestar, no venía a pedir dinero. Nos quedamos un buen rato con Jorge, nos contó de su situación de calle, era una persona culta, pero la vida “mesma” lo había llevado a estar así. Además de hablarnos de muchas cosas nos cantó unos tangos alucinantes, ¡qué disfrute fue eso! Lo único que nos pidió, que me pidió, fue un cigarrillo, el que tiene en la boca de la imagen. Le pedí si me de- jaba fotografiarlo, accedió con gusto y varios compañeros de salidera se prendieron a hacerle click.
Siento que será muy difícil que
vuelva a hacer un retrato que me guste tanto como éste, siento que fui tan idiota al pensar tan mal de este maravilloso hombre. Siento que prejuzgar es una bos-
Jorge
Jorge se nos acercó y nuestras mentes enfermas trataron de alejar- lo, yo traté de alejarlo. Había organizado una salida (sali-
dera le llamaba, jugando un poco con ese termino, usado por los medios de comunicación para denominar a los robos en las puertas de los bancos) fotográfica al Tigre, en la Provincia de Buenos Aires. Éramos nueve fo- tógrafos, conmigo incluido, y con las parejas e hijas hacíamos un total
de catorce personas caminando y fo- teando. Pero sobre todo era conocer- nos, ya lo habíamos hecho personal- mente con algunos, pero con otros sólo teníamos contacto a través de una página de fotografía donde com- partíamos esta pasión. Como decía, este hombre llegó
a nosotros y yo, que era el man con mas labia (lunfardo de hablar), o más yeca (calle, barrio) sí se puede decir, eso al menos creía, al menos eso sentía con muchas palizas recibidas (pero no por eso poco respetado), por plantarme ante la gilada con los
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ta, como leí alguna vez por ahí, “pre- juzgar, el crimen de quien condena antes de saber”. Siento que quiero ser mejor per- sona, por eso me hago cargo de mi error; tengo varios diariamente, pero me hago cargo, al menos de éste, por eso digo que me doy vergüenza, que fue un asco lo mío.
Siento que pasarán muchos años
y “Jorge” será el retrato mas bello que he tomado. ¡Gracias por tanto Jorge! Mil gra- cias… y mil perdones.
2Juanjo Gallardo
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