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a confianza, el compromiso, la ética, el buen gobierno y la trans- parencia son algunos de los atributos que cada vez más culti- van nuestras empresas a través de sus políticas e iniciativas de Responsabilidad Social. Aumenta la consciencia de que las orga- nizaciones desempeñan un rol clave en nuestra sociedad como agentes del cambio y/o la transformación social, en donde los tradicionales criterios de gestión cortoplacista están siendo sus- tituidos por una visión a más largo plazo que, además de buscar la lógica rentabilidad de sus estrategias y el retorno económico inmediato, contribuyan a la aportación de beneficios sociales y/o la sostenibilidad medioambiental.


En este sentido, desde hace años, existe una creciente casuística de proyectos de RSC con un rango muy variado de aplicaciones; algunas de ellas buscan generar plataformas de igualdad y paridad entre diferentes colectivos (hombres y mujeres, minoría étnicas, integración de discapacitados, colectivos con riesgo de exclusión social, etc.), otras iniciativas buscan impulsar a nuestros jóvenes, ayudándoles a lidiar con escenarios laborales fuertemente restric- tivos, herencia de la crisis económica y ante los que en muy pocas ocasiones se encuentran debidamente capacitados para afrontar su transición al “mundo real”. Igualmente nos encontramos con las tradicionales políticas que apuestan por el apoyo al empren- dimiento y la reactivación del tejido empresarial. En cualquier caso, todas ellas, además de ser actos de voluntariado corporati- vo, tienen en común que son acciones que pretenden orientar, acompañar y/o desarrollar a otras personas ante los retos (y en ocasiones barreras) que les presenta nuestra sociedad.


Y es precisamente en ese proceso de acompañamiento y facili- tación en donde el mentoring formal aporta un gran valor, cum- pliendo un papel decisivo a la hora de generar relaciones signifi- cativas de aprendizaje, desarrollo y patrocinio entre las personas que participan. Conscientes de ello las organizaciones comienzan a incluir acciones de mentoring como una poderosa herramienta de desarrollo dentro de sus iniciativas de RSC. La IMS define el mentoring como una relación y un proceso de co-aprendizaje que se establece entre una persona, el mentor, que facilita, guía y acompaña el desarrollo de otra(s) (mentee(s)), que dirige su propio aprendizaje para conseguir los resultados que ha decidido y pactado con su men- tor. Si nos ceñimos a la definición, la efectividad de estas relacio- nes de aprendizaje que sirven de plataforma para el desarrollo personal y/o profesional de otros, descansan en gran medida en el adecuado entendimiento y preparación de sus actores (mentores y mentees) y es aquí donde algunas organizaciones, fundaciones y asociaciones impulsoras de proyectos de RSC, tienden a descui- dar o tratar de forma muy “discreta”, infravalorando la necesidad de aportar la debida capacitación a las personas que participan o dejándolas en el peor de los casos al azar, sin estructura formal alguna.


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