Cuando abordamos una situación nueva o un proceso de desarrollo, como por ejemplo un proceso de mentoring, tanto el mentor como el mentee suelen experimentar situaciones en las que se encuentran inseguros, inciertos y pueden experimentar su torpeza ante deter- minadas situaciones generada por la insufi- ciencia de algunas de sus competencias. Estas situaciones - de aprendizaje- pueden generar algún grado de frustración, inseguridad e, incluso, miedo.
En esa situación se presentan tres alternativas. Una es el retorno a la zona de confort, lo que supondría abortar el proceso de aprendiza- je. Otra es la escapada poco reflexiva hacia delante, que podría conducirnos a la zona de pánico. En esta zona el aprendizaje puede llegar a bloquearse por el pánico, una emo- ción que roba el control a la función ejecutiva
de nuestro cerebro. Dependiendo de nuestra personalidad y de los niveles de madurez y ex- periencia mostramos diferente tolerancia a la cantidad de inseguridad y reto que podemos asumir antes de entrar en la zona de pánico. La alternativa viable es la de permanecer en la zona de aprendizaje o de reto equilibrado.
El rol del mentor es, por tanto, crear un proce- so de aprendizaje seguro y productivo, al tiem- po que ayuda al mentee a entender y aceptar que el aprendizaje y desarrollo puede ser una actividad difícil y a menudo incómoda.
Los dos roles básicos del mentor
A lo largo de todo el proceso de mentoring el mentor desarrolla dos roles básicos: el de facilitador -facilitando un buen proceso de aprendizaje- y el de modelo a seguir -demos-
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