This page contains a Flash digital edition of a book.
Disney que me sabía, como he hecho infi- nidad de veces cuando hay pequeños entre el público. Aunque ella no decía nada, ni canturreaba las canciones infantiles como haría cualquier niño, yo sabía que se sentía especial, y su mirada de agradecimiento era todo lo que necesitaba para sentirme escu- chado e importante.


No sé cuánto tiempo estuvimos así. Pero llegó el momento de irse, supongo que a hacer los deberes o a bañarse. Su mamá la llamó dos veces desde la entrada sin lograr sacarla del hechizo, así que venir al piano a recogerla era sólo cuestión de tiempo. Su padre, sin duda con ternura pero también severamente, bajó a la niña del taburete con cierta brusquedad, sin darse cuenta de que ella no estaba desobedecien- do, era sólo que a veces cuesta despertarse de un sueño. Desde mi banque- ta vi cómo ella se rebe- laba, y reconozco que me sentí molesto por la forma en que el guardián de la torre estaba tratando a mi Princesa...


Casi a rastras, llegaron a la pequeña barra. Aunque mi posición era más baja y estaba algo alejado de la entrada, vi que no resultó fácil ponerle el abriguito y convencerla de que había que marcharse. “¡Ésa es mi chi- ca!”, recuerdo que pensaba yo, entre diver- tido y celoso. Pero no había nada que hacer, nuestro amor era imposible.


Y cuando mi Princesa ya estaba saliendo por la puerta del local, con sus papás y los amigos de éstos, se logró zafar de la mano de su madre y vino corriendo otra vez al piano. Se quedó quieta delante de mí, me miró una última vez a los ojos y dijo sim- plemente “Adiós”, antes de salir corriendo hacia la salida.


No sé quién dijo que cada noche, antes de caer dormido, en ese precioso instante en que el agotamiento casi nos ha conquistado, alguna persona, que probablemente ni si- quiera sospechas, concilia el sueño acordán- dose de ti, te dedica su último y más genero- so pensamiento del día.


Aunque no volví a ver a esa niña, yo sé que esa noche fui la imagen con la que mi Princesa se durmió, y me enternece pensar que a lo mejor esa mágica velada fue el origen de una exitosa carrera como pianista. Ahora, que he convertido mi tradi- cional vocación de ayudar a las personas en mi profesión; ahora que me encuentro tantas y tantas veces con problemas de falta de reconocimiento, y he descubierto el increíble


poder que tenemos de generar reflexiones y cambios en la vida de los demás, me en- cuentro en condiciones de apreciar en todo su valor la ligera influencia que mi música y yo generamos en esa pequeña, pero, so- bre todo, el enorme impacto que ella, tantos años después, sigue causando en mí. Este relato es la prueba. Gracias y ojalá seas muy feliz, Princesa.


21


Page 1  |  Page 2  |  Page 3  |  Page 4  |  Page 5  |  Page 6  |  Page 7  |  Page 8  |  Page 9  |  Page 10  |  Page 11  |  Page 12  |  Page 13  |  Page 14  |  Page 15  |  Page 16  |  Page 17  |  Page 18  |  Page 19  |  Page 20  |  Page 21  |  Page 22  |  Page 23  |  Page 24  |  Page 25  |  Page 26  |  Page 27  |  Page 28  |  Page 29  |  Page 30  |  Page 31  |  Page 32