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del ANC, la creación del Gobierno de Unidad Nacional y con ello la enves- tidura de Mandela en la Presidencia del gobierno de Sudáfrica. Marcos nos comentaba que el


gran logro de Mandela fue unir a to- das las tribus de Sudáfrica: bosquia- nos, Batúes Bushman, Khoi, Xho- sas, Zulúes, Nguni, Venda, Lemba, Shandaan-Tsonga, Kohoisan, Boer... Mandela procede de la tribu de los Xhosas. Durante siglos las tribus no han hecho más que matarse entre ellos. Es muy difícil entender Sudá- frica si no se entienden su historia y sus gentes, en un país donde se ha- blan once idiomas oficiales distintos: afrikaans, inglés, ndebele, sesotho, sesotho sa leboa o del norte, set- suanavenda, tsonga, suazi, shosa y zulú, este último el más hablado por los nativos en la intimidad del hogar. Pero es que la riqueza idiomática va más allá, se reconoce al menos la existencia en el país de nueve idio- mas no oficiales como el fabagao, joi, san, nama, lobedu, ndebele del norte, fuci, lengua de signos y tamil.


8 - Luz y Tinta


Las guerras entre ellos le venían muy bien al gobierno de la raza minorita- ria, los afrikáneres o bóeres, grupo étnico de origen neerlandés. Marcos se siente defraudado con


lo que vino después de la victoria del ANC, prefiere quedarse con el Man- dela hombre, el que luchó por la li- bertad de su pueblo y por la justicia, por la lucha contra la discriminación, hombre que como principios se ne- gaba a aceptar la injusticia. Pues no solo fue encarcelado como preso po- lítico, también fue encarcelado por su conciencia. Comprendió mejor que nadie que la exclusión de los grupos destruye el tejido social de un país, generando políticas de desigualda- des. Es evidente que el movimiento universal de derechos humanos tie- ne una deuda de gratitud con Nelson Mandela. Y es que todos los que le hemos admirado debemos proseguir su lucha, aunque no estemos muy de acuerdo con muchas de las cosas que se hicieron y que piensa que hubieran sido mejorables. Me pone un ejemplo según él significativo: Lo que ocurrió


en Sudáfrica es algo parecido a lo que pasó en España con el franquismo o en Chile con el pinochetismo, se tra- taba de regímenes que tenían sus días contados y que buscaban deses- peradamente una salida no traumá- tica en el que todo quedara “atado y bien atado”. Sudáfrica necesitaba de una figura que liderara una transición donde no hubiera un baño de sangre blanca. Pero, y me pregunta, ¿quié- nes siguen teniendo las verdaderas riendas del poder? Los problemas se van acentuando y el capitalismo, al igual que en todo el mundo, es voraz e incapaz de mostrar un mínimo de justicia social, y repartir algo entre los demás. Mandela no terminó de rescatar


a sus país de las desigualdades so- ciales. Sí es cierto que posibilitó que ellas decrecieran sensiblemente al encontrar en el escenario de la de- mocracia un marco digno y dinámico para cambiarlo. Pero todos sabemos también las dificultades de las demo- cracias y los poderes fácticos que ha- bitan en ella.


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