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La habitación del matrimonio Mandela.


va del siglo XVII hasta el siglo XX. Si analizamos la historia con la perspec- tiva que ésta nos brinda llegaremos a la conclusión de que, sin los pasos de Mandela, el viaje que luego empren- dió Sudáfrica, aún saturada de vacila- ciones y problemas como estuvo, no hubiera sido posible. Antonio Saramago decía: Somos


la memoria que tenemos y la respon- sabilidad que asumimos, sin memo- ria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir. De la misma manera en el pensamiento de este hombre excepcional confluyen y se vertebran la memoria como deber imprescindible y el perdón como ges- to indispensable. Él era consciente de que no había más herramienta para alcanzar la paz que disolver el sectarismo y neutralizar el profundo odio sembrado. Cuando conoces Sudáfrica com-


prendes muchas cosas y otras te des- bordan por completo. El filosofo, so- ciólogo y catedrático francés nacido en Argelia lo señaló perfectamente: “Sudáfrica es muchos mundos. En ella convergen varios continentes. Comu- nidades tan diversas como las integra- das por cristianos de distinta orienta- ción, judíos, musulmanes e hindúes. Occidente implantó allí su cultura y,


como parte de ella, su crueldad. La trama de creencias africanas que atra- viesa ese escenario humano se enhe- bra con todo lo recibido y preserva al unísono su especificidad y su enorme influencia. “Mandela —anota Nair— bebió de las fuentes de todas estas culturas mezcladas y, en su calvario de prisionero de por vida, las transfor- mó en una feliz síntesis universalista, en un camino de reencuentro entre se- res que, para vivir juntos, debían ten- derse la mano.” La manera de actuar de Mandela


sorprendió hasta a los más cercanos. Alcanzó la victoria ganando las elec- ciones con una contundete mayoría absoluta, pero una vez alcanzado el poder no aspiró a perpetuarse en él. Se negó a homologar la investidu- ra presidencial a su persona. Él sa- bía perfectamente que su pueblo lo idealizaba y lo veneraba con plétoras casi religiosas, pero inmediatamente desbarató la tentación demagógica favorecida por ese magnetismo. Así pues, finalizado su único mandato, se retiro de la política. Es evidente que esa postura personal ayudando a la transición entre el pasado y el por- venir fortaleció el sistema republica- no de su país. Tendió sólidos puentes entre los sudafricanos mediante la


Luz y Tinta - 17


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