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ra que le llevaba en brazos (supongo que su madre); después de hacerles varias fotos le di a la mujer varios bi- lletes del país, uno de ellos se lo dio al chiquillo. La persona que nos acompañó du- rante todo el viaje por el país birma- no, no era sospechosa de ser miem- bro del gobierno ni simpatizante del mismo, dadas las conversaciones mantenidas con ella. Con referencia al dinero que le había dado a la mujer, me comentó que procurara no hacer- lo más, pues servía mucho más cual- quier otro regalo, por ejemplo algo de las muchas cosas que allí escasean, como lápices, libretas, bolígrafos (que por cierto siempre llevamos, y en esta ocasión también) pero nunca dinero, pues con ello contribuimos a que esta lacra aumente en vez de disminuir. Me dijo: somos un país sometido a una brutal dictadura, lo sabemos, somos un país muy pobre y subde- sarrollado, también lo sabemos; pero


en Birmania no hay hambre, a nadie le falta un plato de arroz que poder llevarse a la boca. Luego fue cuando comenzó a narrarme las redes orga- nizadas de gángsters que se dedican a buscar niños en la calle para explo- tarles como mendigos de la calle; en concreto, este niño por la cánula que lleva en su brazo habría sido sacado sin autorización de forma clandestina de algún hospital. Me quedé pensando…,la criminali-


dad, las gentes sin escrúpulos no son monopolio de ninguna nación ni raza,


Aún nos quedan más de


diez millones de razones para seguir trabajando en defensa de sus derechos: los más de diez millones de niños que mueren al año


forman parte del lado oscuro de los humanos, somos así de malvados, entre ellos y nosotros sólo nos separa la educación que nos permite separar lo que está bien de lo que está mal. Todos podemos ser así de crueles, otra cosa es que nuestra formación, nuestra moral nos lo impida, preci- samente por lo primero, por nuestra educación; por ello, soy de los con- vencidos de que el mundo solo mejo- rará con la educación de sus gentes. Sin ella, es posible el desarrollo de cualquier maldad. Y esto no es nuevo. Quién no re- cuerda el Oliver Twist de Charles Dickens, una de las primeras novelas sociales de la literatura, donde nos describe los males sociales de esa época, la explotación infantil y la utili- zación de los niños para cometer deli- tos o mendigar por las calles. Dickens pone al descubierto la hipocresía del siglo XIX. La novela está basada en hechos reales, se trata de la des-


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