LOS CAZADORES DE LA LUZ
Inmersos en un mundo sobresa- turado de imágenes de catástrofes, guerras y hambrunas encontrarnos con una foto que nos deje anclados a esa página donde apareció y que días después siga regresando a nuestra mente una y otra vez es un mérito que muy pocos fotógrafos pueden atribuirse. Enric Martí y su “Velatorio en Kosovo” logran ese efecto demole- dor en quien lo contempla y nos lleva irremediablemente a desear conocer más sobre su vida y su obra. Nacido en Barcelona en 1959, co- menzó a estudiar Derecho pero lo abandonó en cuarto curso para col- garse una cámara y marcharse a Ni- caragua de la mano de France Press cuando el régimen sandinista iba fir- mando el finiquito y en El Salvador y Guatemala se daban los primeros pasos hacia la paz; es decir, cuando los ojos del mundo ya miraban ha- cia otros lados. Siendo autodidacta y el último mono en llegar a la fe- ria asumió que tendría que comerse todos los marrones y ser descartado de acudir a las zonas calientes pero aprovechó para ir cogiendo rodaje y aprender el oficio. Cuando estalla la Guerra del Golfo Enric ha cambiado Centroamérica por Jerusalem, aún le- jos de los focos de atención mediática del momento, pero fiel a su empeño de seguir progresando en esa difícil profesión. Cuando la Guerra de los Balcanes está ya en pleno apogeo, la European Press Associated lo contra- ta para ir a cubrirla durante un año y es allí donde comienza a forjarse su merecida fama de gran profesional y compañero. A años luz de los fotógra- fos estrella que se alojan en hoteles de lujo y pisan a quien haga falta por “la foto”, y de los que reniega como de la peste, Enric trabaja junto a sus compañeros-rivales y, como cuenta Gervasio Sánchez, también reconoci- do fotoperiodista, “su oficina de Sara- jevo era el lugar más cálido del gélido Holiday Inn. Nunca ponía problemas para usar el teléfono satélite y en su
Enric Martí, fotoperiodista
coche, fuese blindado o no, siempre había un hueco. Todos, incluidos los inolvidables Julio Fuentes o Miguel Gil, nos beneficiamos de su generosidad”. Y mientras trabaja y hace amigos aprende a enfrentarse a los cierres de edición y las elecciones de nega- tivos sin tiempo suficiente, se curte en el oficio. Lo que debía durar un año se prolongará hasta cuatro y se convertirá en una de los poquísimos profesionales que más aguantarían en la zona, lo que también posibilitó su inmersión entre una población civil que se acostumbró a verlo en todas partes y le abrió las puertas de su intimidad. Posteriormente, ya como contratado por Associated Press, re- cala en El Cairo y desde allí se encar- gará de cubrir Africa, Asia y Oriente Medio. Actualmente es jefe de Asso- ciated Press para Sudamérica. He encontrado poca información
sobre Enric Martí y escasas fotos dis- ponibles, pero una palabra acude a mi mente cuando leo sus respuestas a entrevistas y, sobre todo, cuando
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miro sus trabajos: honestidad. En unos tiempos en que, en muchas ocasiones, parece que prima más la calidad de luz, composición y enfo- que que la emoción, el mensaje o la objetiva captación de un momento trágico, Martí sigue buscando dar un paso más allá y llevar al lector a la reflexión sin alejarse ni un ápice de la realidad que se encuentra, sin ma- quillarla para hacerla más efectista. Llegar, disparar cuatro fotos impac- tantes y marcharse es mucho más fácil que convivir día tras día con la tragedia y reflejar cómo afecta esta a quienes la padecen. Pero si encon- tramos una foto que logre aunar ca- lidad, emoción y reflexión entonces sabremos que nos encontramos ante el trabajo de uno de los grandes, y Enric Martí lo es.
Buena prueba de ello es que “Ve-
latorio en Kosovo” cuelga entre las paredes del Museo Nacional de Arte de Cataluña como la obra maestra que es.
1Cristina Capracci
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