e imposible de la Gran Vía o La Cibe- les, contemplarlo aislado en el ama- necer o el atardecer que nos recrea Carlos a través de sus recreaciones es un ejercicio que tiene mucho de comprensión del proceso artístico. Por muchas razones —entre ellas la visión sosegada de la arquitectura o la iluminación a duermevela de sus fotos— las tomas de Carlos Ramírez nos recuerdan los cuadros de Anto- nio López, aunque quizás desde el envés de su mirada, como en un va- ciado en el que la luz de amanecida o el claroscuro del atardecer juegan sus cartas más arriesgadas. Pero la mirada de Carlos Ramírez
Carlos Ramírez de Arellano
Creo que fue don Antonio Ma- chado, con su reconocida capaci- dad para el aforismo, quien definió a Madrid como ‘rompeolas de todas las Españas’, en cuanto ciudad que por su calidad de capital congrega la atención y el interés de viajeros y curiosos y sobre todo de muchos que buscan las oportunidades que se les niegan en otros lugares. Madrid, como posibilidad. La consecuencia inmediata de
este interés, y de la atracción ejer- cida hacia quienes desde todos los rincones de España confluyen en Madrid, ha sido la generación de una ciudad que, sobre todo vista desde fuera, es eso, un rompeolas en el que rompen ilusiones y proyectos y especiadamente una aglomeración increíble, que la convierte en un re- cinto ruidoso como corresponde a todas las grandes ciudades moder- nas.
Pero el ruido de la aglomeración
y del tráfico, el incesante movimien- to de la ciudad, se detiene en algu- nos momentos y entonces se nos presenta como la otra cara de la moneda de una ciudad que encierra
edificios históricos, edificios moder- nos, esquinas y rincones que pasan desapercibidos durante el día, pen- dientes todos de los semáforos que regulan el flujo vital de sus calles. Carlos Ramírez de Arellano en las fotografías que de Madrid viene colgando en Moldeando la luz nos descubre ese “otro” Madrid, ese Ma- drid que él dice ver con otra mirada, la que nos devuelve ese Madrid de la noche o del amanecer en el que no menudean los coches, sino que la ciudad aparece como insomne, posiblemente desvelada por la cá- mara y el caminar sosegado de este fotógrafo que ha descubierto este “otro” Madrid, el del sosiego de una ciudad sin coches, pura arquitectura e ioluminación. No en vano su autor, Carlos Ramírez, fue fotógrafo de una agencia de detectives antes de dedi- carse a estas recreaciones artísticas a las que llega tras un largo y meticu- loso proceso de edición a través del cual rescata detalles y matices que se escapan en una mirada superficial. Sus fotos parecen salidas de un
álbum de recortes insólitos. Acos- tumbrados a ver el Madrid bullicioso
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no se detiene únicamente en las ca- lles de Madrid, aunque su presencia sea obsesiva. Sus fotos abarcan una temática mucho más amplia. A veces también se centra en retratos que huyen de lo convencional o se detie- ne en la naturaleza, rescatando lagos o árboles, incluso elementos de la arquitectura rural, tocados siempre sus tomas de la misma magia, la que emana del cuidado en la edición, en la que se detiene sobre todo en el rescate de la luz, que entiende como una atmósfera en la que viven los diversos ingredientes que incorpora a encuadres que a veces buscan el ángulo insólito, aunque en la mayo- ría de las ocasiones ceden sus posi- bilidades a este tratamiento de la luz que es sobre todo capacidad de ver más allá de lo cotidiano, más allá de lo que suele verse en una mirada superficial. Y ya he señalado que la de Carlos Ramírez Arellano, como él mismo señala, es otra mirada, la que nos devuelve rincones insólitos de un Madrid sometido al imperio de su objetivo fotográfico o de otros luga- res, siempre atento al ángulo artísti- co que busca reiteradamente, y con notable éxito, en todas y cada una de sus composiciones.
2Francisco Trinidad
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