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-Creo que lo podré devolver muy pron- to.


-¿Cuánto tiempo? -En menos de un año. Carlos pensaba que el tema lo tendría resuelto mucho antes pero ante las di- ficultades que había encontrado con los bancos en España se quería curar en sa- lud por la cantidad que pedía y por el tiempo para devolver- lo. Al fin y al cabo lo único que le podría pa- sar es que tuviera que malvender alguno de los pisos. -Te lo puedo conse- guir. Si lo recoges aquí en dólares te costará el quince por ciento a un año. Si lo quieres en Madrid y en euros un veinte por ciento. -¿Tanto? –respondió con espontaneidad. Los intereses eran muy altos, pero no eran el único problema. Carlos ni siquiera había pensado en la posibilidad de llevarse el dinero en me- tálico. Suponía que eso sería muy arries- gado. Y si conseguía pasarlo, pensaba, ¿qué hacía luego con los dólares allí en Madrid? Se empezó a poner nervioso. Este tipo ni siquiera le había pedido ga- rantías.


-¿Lo tomas o lo dejas?


-Si me lo pones en Madrid ¿cómo lo re- cogeré? El cuerpo le pedía salir corriendo, pero la necesidad de demostrarle a este suje- to que estaba entero y no tenía miedo, por un lado, y por otro la escena de ver- güenza y bronca familiar que se aveci- naba si no resolvía esto pronto y por sus propios medios, le mantuvieron pegado a la cochambrosa silla. -Alguien te lo entregará en una bolsa de viaje en eu- ros, en un lugar y hora que fijaríamos -¿Y para devolverlo? -Fácil. En un año exac- tamente, como máximo, deberás hacer un pago por transferencia contra factu- ra por servicios de consul- toría. -¿Y si no puedo devolver- lo? -su cuerpo le traicio- nó. Era un riesgo que tenía muy presente y le rondaba


la cabeza desde que decidió acudir a esta vía para resolver su problema, pero su intención le decía que no había sido buena idea preguntarlo. Parra volvió a echarse para atrás al tiempo que iba negando con la cabeza lentamente, miraba al suelo y emitía un chasquido, en un lenguaje corporal que no dejaba lugar a dudas de que eso no era una opción.


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