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A partir de aquí, dragones


se dispuso a afrontar la parte más deli- cada de su viaje, una vez se deshizo de su colaborador argumentando una reu- nión personal.


Movimiento, ruido, tumulto, olores fuertes a podredumbre y a guisos es- peciados. Todo esto era Nueva Delhi. Entre los transeúntes nunca faltaban los charlatanes y los pedigüeños y Carlos sabía muy bien que debía estar muy alerta. Como extranjero era el centro de todas las miradas y en cualquier mo- mento algún desalmado intentaría ro- barle o timarle. La oficina a la que se dirigía se encon- traba en una zona poco frecuentada por turistas, el barrio de Mahipalpur. Aun- que no muy lejos del aeropuerto inter- nacional, se trataba de una zona cuyos habitantes son de difícil calificación. “He tenido muy mala suerte” -se la- mentaba Carlos-, “precisamente me decido a realizar inversiones en activos inmobiliarios en el momento en el que revienta la burbuja inmobiliaria”. “Yo que siempre he sido el mejor ejemplo de asalariado. Miedoso por perder mi puesto de trabajo, prudente con cada paso que he dado y criticando a la gente a mi alrededor que se arriesgaba con la bolsa. Lo más arriesgado que he hecho durante los últimos años ha sido jugar unas cuantas veces a la primitiva y co- mentarle a mi jefe que deseaba una ca-


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rrera internacional”. “Lo que pasa es que resulta duro ver como tus amigos compran y venden pisos obteniendo plusvalías de mas del veinte por ciento en un año, y a veces sin escriturar, mientras tú sigues vivien- do de un sueldo y tu mujer y tus hijos no paran de pedir. Maldigo el día que le dije a Fran que me presentara a su agente in- mobiliario. ¿Por fin te has decidido? Me preguntó al tiempo que dejaba vislum- brar una mueca irónica que yo interpre- té como “pero mira que has sido tonto y miedoso”. Después todo fueron facili- dades para firmar papeles y soltar pasta. Ahora con tres hipotecas, además de la de nuestra casa, de propiedades que no me decidí a vender pensando cada vez que iba a conseguir mejores condicio- nes hasta que todo empezó a caer en pi- cado. Carmen, la muy ingenua, solo es consciente de una de ellas y piensa que, aunque con di- ficultades, estamos atendiendo los pa- gos. Lo que no sabe es que debo más de seis mensuali- dades de cada una de las inversiones y que he probado en tres bancos pidiendo dinero que no me prestan. Fran me aconseja verme con este personaje, un latino residiendo en Delhi. Increíble. Aquí parece que es”.


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