Magia, luz y... fantasía Un despliegue de cámaras so-
bre sus trípodes apuntaban hacia la fachada del edificio esperando el momento del disparo. Carlos y sus conocimientos arengaban a la tropa. Los moldeadores, como valientes soldados, apostados en primera línea a cuerpo descubierto, esperaban que se encendieran las primeras luces y se suavizara el fuerte contraste entre el cielo y la tierra. En el minuto azul, un clic dibujaría la curva perfecta, esa campana generosa donde encuen- tran cobijo las luces y las sombras como preludio de una buena imagen. Mientras llegaba la noche, la gen-
te nos miraba con curiosidad. Sus preguntas tuvieron múltiples res- puestas. Los transeúntes supieron que no esperábamos a nadie famoso, que no estaba previsto un espectácu- lo de luz y color en la fuente que fluía entre nosotros y el edificio, incluso algunos se quedaron sorprendidos al saber que pertenecíamos a una gran red internacional de fotógrafos, y comentaron, incrédulos, el hecho de que todos fuéramos a sacar la mis- ma imagen. Lo de la internacionali- dad era cierto. Allí estábamos todos, unos físicamente y otros en nuestros recuerdos. En lo que los observa- dores se equivocaron fue en eso de “sacar la misma foto”. Todas fueron distintas. Tenemos a Santa Lucia (el edificio hacia el que apuntábamos) a la hora en punto, un ratito antes, un momento después, vista a través de lentes distintas con distancias foca- les de 12, 15, 17 y otros milímetros, con la cámara colocada en frente, o unos centímetros más allá, o un poco más angulada… Toda una variedad. Después, ya rebasada la hora má-
gica y con los tenderetes de la feria medieval cerrados, nos acercamos hasta la plaza de la catedral para ha- cer fotos de la noche y de San Salva- dor, con su peculiar torre sin par. Los asturianos que a la hora del encuen- tro, las seis de la tarde, poblaban el lugar, se habían dispersado para la
cena. Nosotros hicimos lo mismo. En la sidrería, en torno a una larga mesa en ele, se fue consumiendo el tiem- po entre conversaciones, comida abundante y ríos de sidra. A la hora de los postres hubo alguna carrera, no por pillar un trozo de dulce, que ya estábamos ahítos de comer, sino para no perder el último autobús que les llevaría a casa, con la intención de descansar un rato y continuar el do- mingo.
Como a las veintidós horas el sol
seguía despierto, la tarde del sábado fue larga como un día, y tuvo que ro- barle horas al domingo para que no le faltara la noche. Líos del mes de junio. El domingo amaneció con la nie-
bla tocando las cumbres, una brisa suave, y un pronóstico certero de un tiempo inmejorable. Y así fue. Un día perfecto para abandonarnos al delei- te en la comodidad de un autobús, otra gentileza más de Alcotán. El encuentro concentró a muchos mol- deadores de la comunidad asturiana y el autobús, que salió de Oviedo, procuró facilitar a todos la visita re- cogiendo de camino a los que vivían en otras poblaciones. La convocato- ria del domingo duplicó la asistencia. Nos juntamos casi medio centenar de privilegiados. Y seguimos el pro- grama. En Langreo, en el valle de Samuño, un trenecito nos adentró en la mina por el mismo carril que en otro tiempo avanzaban las vagone- tas cargadas de carbón. Durante el recorrido se oía la lucha del picador contra el mineral, como un latido del corazón de Asturias. El ascensor del castillete del pozo San Luis nos sacó de nuevo a la superficie y pudimos contemplar los ingenios mecánicos e instalaciones de la explotación mine- ra, hoy en desuso. La mina es sobrecogedora como
un templo y el Parque Natural de Redes, en el que a continuación se sumergió el autobús, enamora. El paisaje es frondoso, exuberante, re-
vienta belleza y pasión. La carretera serpentea junto a un inmenso panta- no, entre montañas verdes, con los árboles creciendo desde el agua. No nos detuvimos hasta llegar a Orlé, los dominios de Monchu, un pueblecito de montaña, con lavadero de pie- dra, no para más de cuatro, hórreos y gallinas. Paraguas, madreñas y chanclos de goma a las puertas de las casas, nos recordaban que allí llueve con frecuencia. Plantas de roca sobre los muros, rosas de las que huelen, jardineras que llenan de colores las calles. Y por supuesto, también un restaurante grande y cordero a la estaca. Las ganas de fiesta desenfun- daron una guitarra y hasta brotaron canciones. Más palabras del alcalde, quien ya nos había dado la bienveni- da a la llegada, y una emotiva entre- ga de diplomas a dos Moldeadores ausentes: Javier, a quien el destino le truncó los planes hechos para viajar desde Tenerife, y Carlos Rúas, de Ma- drid, que por problemas de salud ya no pudo asistir, con gran pesar suyo, al encuentro de diciembre 2013, pero que sigue volcado en la red, hablán- donos a través de sus fotografías. Y todo estuvo iluminado por el bri- llo cálido del sol, el mismo que nos acompañó después de comer hasta la casona del glamour, momento Maylin, quien cargado con modelos y vestuario condujo su coche siguien- do el recorrido del autobús, hasta ese entorno paradisíaco, para que los moldeadores, a la hora en que la luz pierde su dureza, probaran a captar otras dimensiones de belleza y sen- sualidad.
Después de este encuentro en mi
cabeza han quedado entrelazadas con pespuntes de grandeza y gene- rosidad palabras tales como Parque, Red, Red de Redes, Red Social, Crea- dor de Red, Guendy.
Gloria Soriano
20 - Luz y Tinta
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