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Las razones por las cuales un político recibe el apoyo de su parti- do como candidato son diversas, pero siendo complacientemente idealistas (y omitiendo negociaciones, presiones internas, chan- tajes o arreglos varios antes de llevar a cabo votaciones internas) todos los candidatos son “los mejores” para el momento y las circunstancias de su partido. Pueden ser gente de trayectoria po- lítica o social reconocida, estadistas renombrados, servidores pú- blicos de gran experiencia o hasta héroes populares; en lo único en lo que casi todos van a coincidir es en que son malos oradores.


Los crímenes en la oratoria son tan diversos como impunes: ha- blantes parcos e inexpresivos (algunos soporíferos casi hasta la hipnosis), terroristas que atacan con frialdad el ritmo y la fluidez de las palabras, sádicos exponentes de mil y un tonillos malévolos o estribillos personificados con alevosía y ventaja. Por supuesto que existen problemas físicos o afecciones que tie- nen consecuencias en el habla (paladar hendido, malformación, etc.), o trastornos de la misma como son tartamudez, dislalia o problemas de ritmo y velocidad, pero independientemente de esos casos excepcionales que merecen la consulta de médicos o psicólogos especialistas en terapia de leguaje, debemos entender que, aún cuando contemos con un aparato fonador saludable, los hábitos que adquirimos a lo largo de nuestras vidas son los que marcan los límites de nuestra capacidad expresiva. El ser humano se aferra a sus premisas históricas, geográficas, psicológicas y emocionales, siendo la voz la expresión misma de todo aquello que compone y distingue a cada individuo.


Aunado a nuestra fisonomía, nuestra voz es la resultante de un aprendizaje continuo que comenzó desde nuestro nacimiento y concluyó en la edad adulta: imitamos el entorno y poco a poco se construye una personalidad hasta su solidificación. Es por ello que la mayoría de fallas que podamos encontrar en nuestra voz, en realidad son consecuencia de bloqueos o interferencias que nosotros mismos provocamos, voluntaria o involuntariamente. Pero más allá de cualquier circunstancia, la realidad es que todos desconocemos nuestro potencial en el manejo de voz, y damos por hecho que tal como nos escuchamos es tal como la naturale- za dispuso que habláramos. En el mejor de los casos, sólo se trata de nuestro propio desconocimiento.


¿Pero para qué querría un político mejorar su manejo de voz? ¿Para qué querría perfeccionar su oratoria o comunicarse con una capacidad expresiva mucho más amplia? En estos días que nos ocupan, donde los medios de comunicación representan canales inmediatos de información global, el político debe ser menos es- tadista y más artista: acomplarse al rol de comunicador de masas puesto que, al fin y al cabo, en su persona se apoya la imagen gubernamental entera. Es obvio que la preparación y capacidad política es un deber, pero para la mecánica percepción ciudadana, el líder político es el único que permanece en la memoria, para bien o para mal. Los secretarios, ministros y personal de gobierno integran ese ejército organizado que atiende los procedimientos, quienes aportan cifras y aplican programas, proyectos y políticas de gobierno en todos los rubros, ¿pero quién es el que comunica todo ello? ¿Quién es el que será aplaudido, criticado o juzgado por las masas? El político que está obligado a comunicar segu- ridad en tiempos de incertidumbre, quien debe motivar cuando existen dudas, quien brinda alegría y quien, sin márgen de error,


debe actuar con el uso de su voz para dar cuerpo, sentido y per- sonalidad a ese ente llamado gobierno, haciéndolo tangible a la percepción ciudadana.


Mi maestro, Víctor Manuel Espinoza, un destacado locutor y actor con más de 30 años de expriencia (Conductor de La Hora Na- cional o actor de doblaje que da vida al famoso y torpe Homero Simpson), además de psicólgo y gran amigo, es quien ha desarro- llado el método de manejo de voz en México. En su trabajo ha in- sistido en que el manejo de voz debe ser una práctica consciente y que ésta es comprendida según la naturaleza de cada individuo y la manera en que percibe el mundo que le rodea, es decir, visual, auditiva o kinestésicamente (cuerpo y tacto). Esto lo motivó a de- sarrollar cursos y talleres en donde se ponen en práctica ejercicios que ocupan todos los sentidos de la persona, involucrándolos de manera total en el manejo de voz para identificar, primero, los bloqueos musculares que nos afectan y, segundo, para hacernos conscientes de nosotros mismos en todo lo que implica el manejo de voz (cuerpo y mente). Posterior a ello comenzó a aplicar el método llamado Voice Performance, que abre posibilidades ex- traordinarias a quienes tienen suficiente capacidad de observa- ción, reflexión y análisis, no sólo para el conocimiento propio, sino para asumir roles como personas, personajes o personalidades, según sea el caso, y a partir de ello ejecutar actuaciones donde la expresión es llevada a cabo con plenitud, libertad y credibilidad.


Como locutor puedo afirmar que los cursos de Víctor Manuel no sólo me abrieron posibilidades que ampliaron mi capacidad acto- ral y narrativa exponencialmente, sino que me llevaron a concluír que es la única técnica objetiva, desarrollada por verdaderos es- pecialistas, que puede ofrecer resultados garantizados a quienes la practican. Tal vez en lo único en lo que difiero de mi querido maestro es en la utilización de la palabra ‘consciente’, dado que para mi ésta es inaccesible en nuestro estado normal de per- cepción, no importa cuánto se razone y piense: es una facultad superior, infinitamente más veloz que la razón, que rara vez se manifiesta en nosotros mismos y responde más a aspectos exis- tenciales que nos muestran como seres mortales, prisioneros de una razón torpe, mecánica y débil, expuesta ante la inmensidad del universo. En lugar de consciencia prefiero decir que se trata de atención, que sí está a nuestro alcance mediante entrenamiento y en la sintaxis de la razón, pero me parece que el objetivo final es bastante claro con respecto al método: dejar de ser un autómata y conocer nuestra propia voz y los elementos que la conforman. El orígen de esta técnica está en el trabajo de Michael McCallion, quien desde finales de los setenta ha estudiado todos los proce- sos que intervienen en la producción de la voz, impartiendo clases a estudiantes de arte dramático, actores, políticos, etc., enseñan- do técnicas de voz durante años en la Real Academia de Arte Dramático de Gran Bretaña. Sus técnicas están instrínsecamente ligadas a la Técnica Alexander, que es un método de reeducación psicofísica. Su objetivo es restablecer el buen uso del organismo de cada persona mediante la evitación consciente de hábitos per- judiciales, como los asociados a tensiones indebidas y malas pos- turas. La Técnica Alexander se postula como una vía hacia el uso eficaz y saludable de uno mismo en cualquier actividad. Previene el riesgo de lesiones, dolores y dificultades en el funcionamiento del organismo y su práctica mejora el rendimiento, la coordinación y la percepción sensorial.


Agosto 2010 / Campaigns&Elections : 37


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