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mente una de las muchas formas de men- torización que pueden darse en el seno de una organización. De hecho, existen cinco niveles lógicos en los cuales un men- tor puede desarrollar su función como tal, siendo el patrocinio de un futuro sucesor tan sólo uno de ellos. Por decirlo de otro modo más sencillo: si la función principal de un mentor es servir de guía para otra persona con menos trayectoria, cada vez que un nuevo colaborador entra a formar parte de una organización el compañero que le acoge y le ayuda a aterrizar, pro- porcionándole información acerca de los protocolos, las personas a las que debe acudir, los horarios de referencia y el resto de detalles iniciales, está haciendo técni- camente mentoring con esa persona. Y eso no tiene nada que ver con un plan de sucesión.


A mi modo de ver, hay una forma fácil de entender los diferentes roles que un mentor puede desempeñar con su mentee. Tiene que ver con observar, salvando la eviden- te distancia conceptual y teniendo en cuenta las diferencias entre un enfoque de desarrollo pedagógico y otro andragógi- co, un proceso de mentoring como algo si- milar a la educación de un hijo. Como pa- dre que soy, mi objetivo para con mi hija, lo que tendría que haber sucedido para que me fuera satisfecho y realizado en ese aspecto si hoy fuera mi último día de vida, sería haberle proporcionado la formación y los mecanismos para que pudiera ser autónoma y feliz en la vida. Y esa es la razón por la que me esfuerzo en darle una buena educación, en la que estén pre- sentes dos componentes: por una parte, la obtención de resultados (por ejemplo, sus estudios, la limpieza de su habitación, las normas de la casa en la que vive); y por otra, el crecimiento personal y emocional (su motivación, resiliencia, felicidad...) Visto desde este ángulo, parece que no hay muchas diferencias teóricas entre lo que se espera de un padre y lo que se espera de un mentor, ¿verdad? Continuemos con


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la metáfora.


A lo largo del día, debo dividir mis inter- venciones de acompañamiento con mi hija entre ambos polos, el cumplimiento de las tareas y obligaciones y el desarrollo de la persona. Hay ocasiones en las que es prioritario para mí ayudarle a enfocarse en un resultado, la mayor parte de las veces presionada por el tiempo. Y hay otras en las que puedo permitirme el lujo de ver desde un segundo plano cómo se equivo- ca y rectifica, con el aprendizaje inherente al proceso, sin intervenir de manera tan di- rectiva en su educación. Como cualquier padre sabe, ambos enfoques son absolu- tamente legítimos, y generan resultados según las circunstancias lo requieran.


Pero hay otra variable que tener en cuen- ta, y tiene relación con el estilo de comu- nicación que el padre (mentor) emplea


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