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CONTRAPUNTO // El alma de las empresas 104 CORRESPONSABLES 24


El ‘Chiringuito’ de Dios


Papá, ¿crees que puedes ayudar desde tu empresa a agente triste porque no tienen nada?


¡Papá, papá!, hoy he estado en el chiringuito de Dios. Marc gritaba alborozado cuan- do su padre entró en casa. Papá he dado de comer a personas que no tienen comi- da, he puesto los platos y he hablado con un señor que me ha contado un cuento que dice que las estrellas nos guían para ser felices. Roberto no daba crédito, su hijo de ocho años estaba especialmente inquieto, feliz y con ganas de contarle cómo le había ido el día. A ver, a ver, cuéntame que es eso del chiringuito de Dios y que es lo que has he- cho…, te veo muy contento.


Con los ojos abiertos, radiantes de felicidad, moviendo las manos y sin dejarse detalles Marc comenzó:


Hemos ido al Raval (barrio barcelonés) y hemos estado en un pequeño bar donde


unos señores dan cada día comida a las personas que duermen en la calle. Mucha gente hacia cola en la puerta y los compis de la clase nos hemos repartido las tareas para ayudar. Unos daban números para guardar el turno, otros servíamos la mesa. Había señores y señoras de muchos sitios distintos, algunos no nos entendían y otros nos daban las gracias. Papá, he visto a mucha gente triste, porque no tienen nada y duermen en la calle, y dice la profe que solo necesitan un abrazo y una son- risa. ¿Papá, crees que los puedes ayudar desde tu empresa…? Roberto era directivo de una empresa multinacional. Precisamente, el día anterior


había tenido un gran debate con la gente de reputación corporativa sobre la idonei- dad o no de los aspectos de la acción social en la empresa. Ahora no tocaba, habían decidido, hay cosas mas importantes que ayudar a los demás, tenemos que mirar por el negocio, habían asumido todos. Al día siguiente, casi de forma autómata, Roberto se acercó a calle Espalter, el


lugar donde esta ubicado el ‘Chiringuito de Dios’, previamente se había informado en el colegio de su hijo. Cuando llegó observó lo que Marc había vivido el día ante- rior. Colas de personas con tristeza y hambre en los ojos, con la desesperanza como ropaje y el futuro incierto y desolador. Parado enfrente del local, se fijó en otra cola de personas. Éstas estaban delante


FRANCISCO SOSA


de la Filmoteca Nacional de Catalunya. Gente ‘snob’, que iban a ver películas de ‘culto’, películas de vida que cuentan historias maravillosas. Se preguntó si aquella gente conocía la historia que su hijo Marc le había contado el día anterior. Cada una de las personas que entraban en el Chiringuito podía escribir una película con Oscar. Cada noche durmiendo sin techo, cada viaje en patera, cada historia relacio- nada con las drogas, el desamor o la crisis financiera eran y son guiones dignos del ‘escritor’ que escribe la vida. Algo le presionó el pecho, una especie de vacío, de ansiedad que lo incomodaba, quizás habría que traer al chiringuito a sus compañeros de reputación corporativa, a su director general y quien sabe pensó… ¿y si hubiera algo más que el puro nego- cio…? ¿Y si a través de regalar sonrisas, encontráramos la formula para estar todos un poco mas unidos…?, pensaba mientras recordaba el rostro de felicidad de su hijo Marc.


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