letras y tiempos
¿Qué tenemos de romanos?
Podríamos pensar que la mayor herencia de la antigua civilización romana es el idioma, su arquitectura o sus leyes. Aunque esto y otras cosas más forman parte activa de nuestra
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cotidianidad, es quizás la organización de la sociedad en función de la familia su mayor legado Por Lucas Monsalve / Historiador
eguramente, usted escucha o utiliza con frecuencia las fra- ses: “Todos los caminos con- ducen a Roma” o “Preguntando
se llega a Roma”. Quizás de adolescente, o incluso hace poco, al ver a alguien cono- cido del cual hablaba, dijo: “Hablando del rey de Roma…”. También es probable que le hayan aconsejado en algún momento “no dormirse en los laureles”. Cada una de estas expresiones y muchas otras de nuestro cotidiano hablar, no sólo hacen referencia clara a la antigua civilización romana, sino que tienen su origen en ese mismo período. De hecho, esta última frase fue uti-
lizada por los retóricos en Roma, cuan- do querían denunciar el incumplimien- to o la dejadez de algunos altos genera- les o funcionarios públicos, incluyendo a algunos césares, quienes al ser solem-
| Julio-Agosto 2010
nemente coronados con laureles en su ascenso al poder u obtener grandes éxi- tos militares se olvidaban de cumplir con las funciones para las cuales habían sido encomendados. Sin embargo, estas frases de uso
común son sólo anécdotas de una heren- cia romana más arraigada, profunda e inconsciente de lo que nos podemos ima- ginar. Efectivamente, es el idioma latín uno de los principales canales de difu- sión de dicho legado para un gran núme- ro de países del mundo occidental, veni- do a una parte de América -justamente aquella llamada “Latina”- en barcos pro- venientes de la antigua Hispania roma- na, desde finales del siglo XV. Y es que Roma está en todas partes:
en el idioma, en nuestra enumeración, en el calendario, en la arquitectura y urba- nismo, en la forma de organizar las insti-
tuciones públicas, en nuestros gustos por los grandes espectáculos hípicos o tau- rinos, en nuestras supersticiones, creen- cias y, muy en especial, en nuestro orde- namiento jurídico. Es tan notorio esto último, que tendríamos que dedicar un sólo artículo para hablar del legado del Derecho Romano, dictado actualmen- te en todas las facultades de derecho del mundo, tal cual como hace dos mil años. Las costumbres de levantarse todos
los días con el pie derecho para tener suerte durante el día, o de decidir el des- tino por un rumbo fortuito entre dere- cha o izquierda, son propias de los anti- guos romanos. Igualmente, gran parte de nuestra mitología sobre la influencia de los planetas y dioses en nuestras vidas. Tanto, que hasta el día de hoy aún consa- gramos un día de la semana a cada uno de ellos; el lunes a la Luna, el martes a
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