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Perfiles


Alexandr Solzhenitsin y la obra que retornó del destierro


A más de 45 años de la aparición de la primera edición de El archipiélago Gulag, la obra que lo catapultó a la fama, este texto del Premio Nobel de Literatura llega a los programas de estudio rusos.


NATALIA SOLZHENÍTSINA ESPECIAL PARA ROSSÍYSKAYA GAZETA


Un extraño manuscrito apa- reció en la revista “Novyi Mir” (“Nuevo Mundo”) en el otoño de 1961. Escrito de ambos lados, sin márgenes, sin espacio entre líneas. El título era “Sch-854” y no tenía fi rma. La redactora de la sección Prosa comprendió de inme- diato el valor de la asom- brosa novedad y se la pasó al jefe de redacción, Alexan- dr Tvardovski, con estas pa- labras: “El campo con los ojos de un hombre común, una cosa muy popular”. Por la noche, él se acostó en su cama y tomó el manus- crito. Sin embargo, pasadas dos o tres páginas resolvió que no lo leería acostado. Se paró, se vistió. Sus familia- res ya dormían. Pasó toda la noche revolviendo el té en la cocina y leyendo el relato. Una vez. Luego otra. Así transcurrió la noche, llegó la mañana campesina y tem- pranera y ya Tvardovski no se acostó. Llamó por teléfo- no y pidió saber, fi nalmente, quién era el autor y dónde estaba. En especial, le agra- dó que no fuera una misti- fi cación de algún autor co- nocido, y que no fuera ni literato ni moscovita. “Dicen que mataron la lite- ratura rusa. ¡Diablos! Aquí está, en esta carpeta con su- jetadores. ¿Pero él? ¿Quién es él? Nadie lo ha visto”. Hacia fi nales de la guerra, en 1945, y con el grado de capi- tán, Solzhenitsin fue arres- tado debido a la correspon- dencia que mantenía con un amigo de la escuela y que in- terceptó la censura. En las cartas, los jóvenes ofi ciales llamaban a Stalin “El Padri- no” por “la traición a la causa de la revolución”, por ser ar- tero y cruel. La venganza era ine vitable. Él tenía 26 años.


Recibió ocho años de campo y el “eterno destierro” luego de cumplir el plazo.


La reclusión Solzhenitsin, colmado por las impresiones de la juven- tud prebélica, por los cua- dros de la guerra, por los re- latos de sus camaradas de armas, por las crueles jorna- das en los interrogatorios y en los primeros campos, co- menzó a escribir, mejor dicho, a crear en su mente, sin papel. Cuando le pregunta- ron: “¿cómo se convirtió usted en escritor?”, Solzhe- nitsin respondió: “Profunda- mente, ya en la cárcel”


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de la condena la cumplió en el “taller”, donde los reclusos especialistas preparaban me- dios de enlace radial y tele- fónico. Sobre este vital ma- terial se escribió la novela “En el círculo primero”. En la segunda mitad de la década de los 60, empero,


“Sólo fui el cabezal del resorte contraído por medio siglo y que, ahora, se disparaba…”


“Un día en la vida de Iván Denísovich”, por un decreto secreto, fue retirado de las bibliotecas y, en enero de 1974, fue impuesto el veto sobre toda la obra de Sol- zhenitsin impresa en la URSS. Para entonces, el re- lato había sido leído por mi- llones de rusos y traducido y editado en decenas de idio- mas europeos y asiáticos. Pero lo más importante fue que la publicación pareció romper el dique. “Me llegan las cartas, son centenares ya –decía el estupefacto Sol- zhenitsin- y de ‘Nuevo Mundo’ me llegan nuevos paquetes, y cada día las aca- rrea el correo de Riazán, simplemente ‘a Riazán’, sin dirección… La explosión de cartas de toda Rusia no se puede aspirar en ningún pulmón, y qué altura tiene la visión de la vida de los reclusos, nunca antes alcan- zada, que me vuelcan las


Le ideaba sus orbas mirando los relaciones entre hombres de ambos partes del poder ENTREVISTA CON NATALIA SOLZHENÍTSINA


La viuda del escritor reconoce que la adaptación requirió gran esfuerzo


-¿Siente que trabajó como autor o más como editor li- terario? - No fue una redacción. Fue una transformación del texto. Un trabajo al mismo tiempo feliz y enormemente amargo, porque daba pena retirar cada párra- fo. Me sentía como un apren- diz de compositor o de pintor, al que le encomendaron dibujar un cuadro con carbón en lugar de óleo. -¿Por qué la versión redu- cida apareció bastante des- pués que en EE.UU.? -Quizás, siendo un poco pe- dantes, suponíamos que a los


norteamericanos les costaría asimilar tres tomos; pero que en Rusia, cuando se liberase y el libro fuese impreso, no se plantearía el tema de la reduc- ción. Pero la vida tiene tantas vueltas que no le ha dejado a la gente espacio libre ni tiem- po. Resulta que, también aquí, no sólo los chicos, sino muchos adultos, por desgracia, no pue- den leer “Archipiélago” com- pleto. -La variante reducida para los estudiantes norteameri- canos fue acordada con el propio Alexandr Solzhenit- sin. ¿Por qué no la tomó co- mo base? -Hablando con franqueza, con- fiaba mucho en eso. Pero cuan- do me puse a trabajar, ya en el primer capítulo, tropecé y me convencí de que así no funcio- naría. Es otro el fondo. -Una vez concluido el traba- jo, usted le entregó el texto al Ministerio de Educación y Ciencias para su considera- ción. ¿Hubo muchas “anota-


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biografías, los casos, los su- cesos…”


años tenía el futuro escritor Alexandr Isaevich Solzhenitsin cuando fue recluido.


Así fue como Solzhenitsin se volvió el cronista feha- ciente del dolor popular. Era imposible vincularse li- bremente, con tranquilidad con este explosivo material. Hubo que ocultar incluso el propio hecho de que se es- taba trabajando en un libro


ciones en los márgenes”? -Entregué el texto reducido no sólo al Ministerio, sino a mis maestros conocidos y a los ami- gos que conocían bien la obra completa. Hubo muchas ob- servaciones. Tuve que hacer un pequeño diccionario especial. Aumenté el número de anota- ciones al pie de página. -¿Es cierto que su marido, en lugar de cuentos, les leía a sus hijos capítulos de “Ar- chipiélago”? -¡No! Eso es una de esas ba- nales leyendas. Ni él, ni yo les leímos “Archipiélago Gulag” a nuestro hijos. Cuando eran chi- cos, les leíamos cuentitos co- munes. Cuando crecieron, cada uno leyó por su cuenta los libros de su padre. Pero los chicos ya conocían mucho de la obra simplemente por nuestras con- versaciones y relatos. De modo que cuando lo leyeron, no lo hi- cieron en un lugar vacío.


Entrevista por María Agranovich


semejante. El escritor nunca mantuvo ni mezcló en un mismo escritorio todos los materiales reunidos. Redac- tó el cuerpo principal del libro en un “escondrijo”, como lo llamó. “Nunca trabajé así en mi vida. No era yo mismo. Me transportaba. Escribía por mi mano. Sólo fui el ca- bezal del resorte que se había


contraído medio siglo y que ahora se disparaba… En el segundo invierno tuve una gripe fuerte, estaba quebra- do, temblaba, y afuera había 30 grados bajo cero. Como podía, preparaba la leña, ali- mentaba la estufa. Parte del trabajo lo hacía parado, apo- yando la espalda contra la pantalla recalentada de la estufa. Parte lo hacía acos- tado bajo las frazadas. Así escribí, con una temperatu- ra de 38 grados, el único ca- pítulo humorístico (‘Los re- clusos como Nación’)”. En octubre de 1970, la radio- explosión desde Estocolmo: ¡Solzhenitsin recibe el Pre- mio Nobel de Literatura! ¿De qué alegría se podía hablar? Hacía cinco años que su nom- bre estaba prohibido, el ar- chivo personal confi scado y arrestado, no se imprimía en la URSS ni un solo renglón suyo. Un año atrás, Solzhe- nitsin había sido expulsado de la Unión de Escritores. No fue a Estocolmo a recibir el premio. Tenía miedo de que no lo dejaran regresar. El 12 de febrero de 1974 lo arres- taron, lo condujeron a la cár- cel de Lefórtovo, lo acusaron de “traición a la patria”


. Al


día siguiente le leyeron el De- creto sobre privación de la ciudadanía, lo condujeron es- coltado hasta el aeropuerto y lo expulsaron del país. Pa- saron 16 años. Nuestro país cambió. se publicó “El Archi- piélago Gulag”. Le retiraron al autor los cargos de “trai- ción”, pudo volver a la patria. Mucho, aunque no todo, fue develado.


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Literatura La viuda del Nobel ruso redactó un nuevo prólogo y realizó una edición resumida del texto para estudiantes Un autor bajo vigilancia


Esta foto fue echa mientras Solzhenitsin estaba en el cam- po de reclusión de Ekibastuze (Kazajstán), entre 1950 y 1953. Allí, los reclusos eran privados de sus cartas y se los llamaba por los números que figuraban en el gorro, en el pecho, en la espalda y en la rodilla. Ahí tra- bajó en la brigada de picape- dreros y luego en la fundición. Este campo está descrito en el relato “Un día en la vida de Iván Denísovich”.


CITA POETA


misma satisfacción que la de la ‘Ilíada’, ahora. Pero si no se lee ‘Gulag’ hoy, puede ocurrir perfectamente que mucho an- tes de dos mil años, no quede nadie para leer ninguno de ambos libros”.


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Es posible que dentro de 2000 años la lectura de ‘Gulag’ proporcione la


Iósif Brodskiy


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