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Sondeocracia vs. Democracia participativa


ciudadana, que tampoco redundan en una mayor participación en las elecciones. Parti- cipan pocos y son los de siempre.


• Y por si fuera poco, el desprestigio de la cla- se política cabalga a lomos de un pura san- gre. Sobre esto ya se ha escrito sufi ciente.


• El último dato, que puede servir de conclu- sión fatídica, es que la abstención, con mati- ces, va a más.


Para mí la conclusión es clara, lo que falla son los


partidos políticos que por distintas causas han re- nunciado a conocer lo que opinan sus votantes de manera directa. Pero es que además, con el auge de la sondeocracia, llegan a hacer del pecado virtud. Es decir; “para qué voy a perder el tiempo contigo para saber lo que quieres, si puedo encargar una encues- ta para saber no sólo lo qué tú quieres, sino las nece- sidades de la población en su conjunto”. En estos tiempos de economía de recursos, este


modus operandi es entendible, pero tiene un coste muy grande de destrucción de las antiguas redes sociales de los partidos y de incremento de la des- afección política.


La metodología de democratización interna es muy exitosa, pero no juega en igualdad de condiciones que la sondeocracia.


He podido vivir muy de cerca experiencias muy


positivas de procesos de escucha activa promovidos en un partido político para saber lo que preocupa a sus afi liados y simpatizantes. Sin embargo, a pesar de las evidencias esperanzadoras, es difícil convencer a una alta dirección de la conveniencia de estos pro- cesos internos, si es en confrontación a otros entera- mente externos. En algún partido he llegado a oír que, muchas veces, lo que dicen las bases supone un serio problema a la hora de hacer un programa electoral ya que choca con lo que dicen las encuestas. Eso sin duda, supone un grave problema para ese partido. Sin embargo, no se trata de confrontar los dos


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enfoques, sino justo de lo contrario. El éxito pasa por coordinar esos dos mundos. Está claro que mientras no se coordinen, la abstención va a seguir aumentan- do. La situación de partida actual es tan despropor- cionada en contra de los partidos, que estos deberían hacer algo con urgencia. La pelota está en su tejado. Y es ahí es donde percibo intereses inconfesa-


bles en los partidos. Da la casualidad que apoyarse en la sondeocracia permite muchas veces actuar sin contar con las bases, es decir, hacer lo que a uno le da gana. Cosa muy habitual en la especie humana en general, pero nada recomendable para su super- vivencia colectiva. Los hay más osados que hacen lo que les da la gana y ni siquiera hacen encuestas. Eso ya es ser un suicida político y por suerte para los elec- tores, no hay demasiados. La metodología de democratización interna es muy


exitosa, pero no juega en igualdad de condiciones que la sondeocracia. Para empezar se enfrenta a los meca- nismos estatutarios de toma de decisión de los parti- dos políticos. Una suerte de voto delegado, votaciones a mano alzada, votaciones por aclamación, etc...que no es precisamente la mejor forma de saber lo que opinan las bases y mucho menos los votantes. El que calla en una asamblea no otorga, simplemente calla. Además, suele salir mal parada en cuanto a rigor


metodológico, en comparación con las encuestas de población al uso. Por suerte, el los últimos años y gra- cias a la labor de muchos profesionales del márketing político, esto está dejando de ser así y actualmente los partidos empiezan a valorar esta vía como una forma de complementar y enriquecer las tradicionales ma- neras de hacer investigación y análisis electorales. Existen muchos y buenos profesionales de la


investigación electoral y empieza a haber buenos profesionales de la democratización interna de los partidos políticos. El futuro de los partidos políticos pasa por coordinarlos en benefi cio propio. Ejercer un márketing político integral. Mientras los partidos no garanticen procesos de


formación de la opinión que sean rigurosamente de- mocráticos, estarán destruyendo sus redes sociales y no les quedará más remedio que desarrollar su dis- curso político a base de talonario para encuestas, o en el peor de los casos, al ritmo que les marquen los medios de comunicación. Ganarán elecciones, pero no ganarán a la abstención, el gran enemigo de la credibilidad del sistema democrático.


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