Juego de Palabras
Los casinos de los huevos de oro
Hubo un tiempo, hace un par de siglos, y se puede decir que hasta unos treinta o cuarenta años, casinos en ciertas jurisdicciones abrían al público y simplemente llenaban las arcas. Esos fueron los años dorados del sector, cuando no existía el menor control sobre los juegos de azar.
Con toda justicia, los estados entraron a tallar en los casinos, con legislación y reglamentación para controlar, y principalmente imponer tasas. Como es costumbre, políticos y funcionarios de los estados se interesaron en los casinos, así con mal disimulado interés, y ciertamente con poco estudio sobre la mecánica económica de los centros de juegos de azar o los cambios tecnológicos que estos encontraron a lo largo de sus operaciones.
Si hay algo que ciertos políticos y funcionarios del estado no entienden es que el tiempo pasa, y muchos, se quedan magullando recuerdos de cuando todo tiempo fue mejor. Así como llevados de la mano por Marcel Proust por la memoria involuntaria de la infancia, cuando en efecto todo era mejor, y como relata en las páginas de “A la búsqueda del tiempo
Y así como sucede con el Marcel de la obra maestra de Proust, quienes imponen onerosas condiciones de estado a industrias nuevas, siguen sumergidos en sueños banales donde poniendo en práctica el llamado arte de lo posible, pueden hacer creer que las gallinas siguen poniendo huevos de oro, cuando en efecto, con el correr de los años y ubicua corrupción, muchos gobiernos ya se han tirado huevos, gallina y hasta el gallo del corral, y hay que tener suerte para comer un misio caldo de gallina.
Si no, veamos el zafarrancho que es la última licitación para apuestas deportivas en Paraguay, donde el ente regulador, la Comisión Nacional de Juegos de Azar, sigue atropellando normas
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Por Ricki Chavez-Munoz
y requerimientos de la Contraloría para empecinarse en otorgar el lucrativo monopolio de las apuestas deportivas en el país a supuestos compadres del gobierno. Y todo eso como trama de una organización que no “tiene un acuerdo con Seprelad para una adecuación reglamentaria que le permita cumplir con reportes de lavado de activos en el sector del juego paraguayo”.
En el caso de Chile, la licitación de los casinos municipales contempló multimillonarias nuevas inversiones para potenciar los vetustos centros de juegos de azar, sin tomar en cuenta que las inversiones en complejos integrados con casino autorizados por la Ley de Casinos de 2005, no han tenido la protección legislativa redonda como dice la Ley 19.995, y ahora sufren de desleal competencia por locales con tragamonedas llamados casinos populares abiertos con mañas burócratas.
No es extraño entonces que nuevas empresas de casinos internacionales no se hayan interesado en los casinos municipales chilenos y que las licitaciones de dos de estos hayan quedado desiertas, y que ahora las autoridades de estas ciudades busquen cambiar las condiciones para no perder a estas viejas gallinas de los huevos rancios, porque de oro ya no lo son.
Es que, en el siglo 21, de vivir el joven Marcel, no habría visto el lujo en ciudades como Biarritz de inicios del siglo XX (Balbec, en la novela) donde la aristocracia y potentados tiraban el dinero en los casinos, y en vez de esto, se hubiese quedado en su depa de ¡y cuánto!
Y los casinos modernos ya no generan la millonada de antaño, compiten con operaciones desleales, muchas de ellas online, y
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