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Sin embargo, llevo to- cando el piano semipro- fesionalmente desde los veinte años, y hace cua- tro me aventuré con el saxo. Ensayo cada día, la mayor parte de las veces a horas muy intempes- tivas -¡el que inventó los auriculares se merece el Nobel!-. Formo parte de un quinteto de jazz, y rara es la semana en la que no toco de cara al público dos o tres veces como mínimo, casi siem- pre a costa de horas de sueño. Si hay algo que ha sido constante en mi vida, desde mi adoles- cencia hasta el día de hoy, es la música. Ella es el hilo argumental de mi existencia.


Con el paso de los años, partiendo de aquella noche, he descubierto más cosas, algunas de ellas muy importantes. Por ejemplo, que el mo- tor más poderoso para que alguien cambie su conducta son sus tripas, no la cantidad o calidad de libros que lea. El es- tudio proporciona infor- mación, pero no necesa- riamente aprendizaje. La formación es importante, el dominio de la técnica es la base, pero no es el fin. Capacita, pero no inspira la vocación o el amor por hacer algo. Al menos en mi caso, aun-


que sé que no es el úni- co.


Hoy, tanto tiempo des- pués, quiero concluir estas líneas dando las gracias a los que me ge- neraron los aprendizajes musicales más grandes de mi vida.


Gracias, D. Luis, por con- vertirme en músico. Aun- que no haya vuelto a verle, y espero que esté muy bien, quiero que sepa que usted me abrió los ojos para disfrutar de la música cada día de mi vida. Si el VIPS de Velázquez hubiera esta- do abierto esa noche, es muy posible que yo no tuviera cuatro teclados, tres saxos y una guitarra en mi casa.


Gracias a los profesores del Conservatorio que se esforzaron en enseñarme música sin conseguirlo, y gracias especialmente a los que hicieron que la odiara, porque facilita- ron que la aprendiera y valorara cuando me fui de allí. Fueron ustedes durante muchos años castradores de talento y vocaciones. Supongo que por una cuestión de edad ya no se de- dicarán a ello, pero si alguno de ustedes sigue haciendo lo mismo que en mi época y no le han


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