JUEGO DE PALABRAS P
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, hizo declaraciones a la prensa local a inicios de agosto pasado, tomando una sensible posición frente a la legislación de los juegos de azar en su país al calificarla de “obsoleta e inaplicable”.
Con la voluntad política de esos héroes de la Revolución mexicana de inicios del siglo 20, el secretario Osorio Chong ha declarado con meridiana claridad, en un reporte publicado por Milenio, que la Ley Federal de Juegos y Sorteos de 1947, “no contiene la normatividad adecuada para una actividad que presenta modalidades muy diversas a las que existían hace más de 60 años”.
Confieso que he comentado con cáustica ironía la creación de una comisión para revisar la situación de los permisos de juegos y sorteos en la Cámara de Diputados mexicana. Sin embargo, la participación del secretario Osorio Chong en este grupo de trabajo legislativo ahora le da un matiz esterlino, especialmente cuando se ha puesto el dedo en la llaga sangrante del sector de juegos en el país, donde quienes cumplen con la Ley sufren la competencia desleal de quienes no lo hacen. Y todo porque la normativa actual, por su degeneración, se presta al uso y abuso de inescrupulosos.
El más valioso comentario del secretario Osorio Chong has sido que México necesita una nueva Ley Federal de Juegos y Sorteos. Hasta aquí bien. Sin embargo, solo se debe
mirar hacia atrás para aprender de los errores, y uno de estos ha sido mantener la obsoleta Ley de 1947. El México del siglo 21 necesita de una ley para casinos y salas de tragamonedas reales, virtuales o en 3D; o una ley general de apuestas, porque esto abarca el juego en su totalidad.
El raciocinio que soporta una ley general de apuestas ha sido generado por el letrado especialista peruano en la materia, Carlos A. Fonseca Sarmiento, en diversos trabajos para jurisdicciones internacionales. Según Fonseca, un léxico simplificado del juego se puede prestar interpretaciones antojadizas; por decir, juegos y sorteos; casino; tragamonedas; loterías y apuestas; etc. El común denominador en el sector de los juegos de azar reales u online en tiempo real es el desarrollo de apuestas de una forma u otra, y para comprender dichas transacciones es preciso hacerlo dentro de una ley general de apuestas.
Los legisladores mexicanos tienen la obligación de mirar hacia atrás y hacerlo con lateralidad proactiva para desarrollar una normativa que proponga el orden de la industria del juego mexicano hacia los años venideros. Con las disculpas que todos merecen, es mi sugerencia que se debe consultar a letrados como Fonseca, reguladores como el ingeniero Manuel San Román Benavente, Director General de Juegos de Casino y Máquinas Tragamonedas de Perú, y decenas de operadores que trabajan por los cuatro suyos globales.
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MEXICO
alabras Por Ricki Chávez-Muñoz
Voluntad política podría promover una Ley General de Apuestas en México
La nueva ley del juego mexicano debe ser incluyente para que el proceso de control no se entorpezca con líos judiciales como los de Ecuador y Perú, en su momento, por nombrar solo a dos países. Menciono a Perú, no por seguir el pulsar de mi corazoncito, sino porque con sangre, sudor y muchas lágrimas, el país ha logrado un estado de control de la industria de juegos de azar que es un ejemplo global en esta materia.
En su tiempo cantamos y disfrutamos de las bullentes rancheras mexicanas y somos los primeros en celebrar pasitos al ritmo de salsa o la deliciosa cumbia, y los bailamos al ritmo de muchos exóticos países. Por fortuna, en el sector del juego peruano, ahora se baila al compás de guitarra y cajón, alegre waynito o un festejo afroperuano; y creemos que es hora que nuestros cuates mexicanos vean todo lo bueno que tienen las normativas peruanas para diseñar un formato mejor de legislación del juego para su país, y nos acompañen en una elegante marinera.
Una última palabra. Por favor no olvidar a los operadores, quienes son el corazón de la industria y ponen la cara ante todos. Ellos son quienes tienen la clave del éxito en la industria para desarrollar oferta en entretenimiento con inversiones en activos tangibles y puestos de trabajo. Que tienen que ser bien fiscalizados, también, pero que tampoco exijan las tasas de impuestos de hoy en día, que están tan erradas como la Ley de 1947.
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